viernes, 5 de agosto de 2011

DAR DE CORAZON




Siempre se ha dicho que las cosas hay que darlas sin esperar nada a cambio, sin embargo, en realidad muy pocas personas dan sinceramente sin que en el fondo esperen recibir una recompensa por sus actos. Y la verdad es que tampoco hay nada malo en eso, ya que la sociedad de alguna forma se ha encargado de estipular las normas para vivir cada día. La gente trabaja a cambio de una remuneración económica, algunos tienen tarifas por sus conocimientos, otros intercambian objetos de valor, unos más le ponen precio a los favores que hacen, etc. Pero hay algo muy particular y sumamente mágico en el simple acto de dar. Dar incluso a personas que jamás volveremos a ver.
Cuando era pequeña, uno de mis libros favoritos era un cuento que se llamaba: 5 centavos para gastar. La historia trata de un niño llamado Juan al que su madre le dio cinco centavos adicionales para gastar en lo que él quisiera. De camino a la tienda pensaba en toda la clase de dulces que podría comprar con ese dinero. De pronto, se encontró con un gato y le dijo que tenía cinco centavos sólo para él. El gato lo miró y le dijo que si él tuviera dos centavos, se compraría un pescado delicioso. Juanito siguió su camino y se encontró a una ardilla. También le presumió su dinero y la ardilla dijo que si ella tuviera un centavo para gastar se compraría una nuez. De la misma manera se topó con un perro y éste le hizo saber que si tuviera un centavo se compraría un hueso. Finalmente, Juanito le enseñó a un pájaro las monedas que tenía para gastar en sus dulces y el pájaro le comentó que si tuviera un centavo compraría un poco de algodón para recubrir su nido. Cuando Juan entró a la tienda compró el pan de su madre y al final del pasillo vio una cantidad impresionante de golosinas. Se le quedó mirando a una paleta roja que tenía una cara hecha de pastillas de menta blancas. Preguntó por su precio y el señor McCoy le contestó que costaba 5 centavos. Justo cuando se preparaba para sacar sus monedas, Juanito se acordó del gato, de la ardilla, del perro y del pájaro, y cambió de idea. Como habrán de imaginarse pidió el hueso, el pescado, nueces y algodón. Le dijo al señor McCoy que se lo iba a dar a sus amigos. Juanito repartió lo que compró a sus nuevos amigos y todos estaban muy contentos. De regreso a casa, iba cantando de felicidad y le contó a su mamá lo que había hecho. Cuando su madre sacó el pan de la bolsa se dio cuenta de que había algo más en el fondo. Era una gran paleta roja con cara hecha de pastillas de menta blancas y una nota que decía: “Para un buen niño, del señor McCoy”.
Mucho se ha escrito sobre el dinero, pero si en una cosa todos concuerdan es en que hay que devolver parte de lo ganado. Una de las leyes de la mística del dinero dice que la energía monetaria viaja en un círculo magnético. Solamente hay que soltarla de corazón y seguirá ese círculo invisible de energía pura y de manera infalible volverá a nosotros multiplicado. Como si fuera un bumerang. Dar de corazón es algo que de verdad te deja con una gran satisfacción y por lo  que he experimentado, uno se queda con un estado de alegría, pero sobre todo con una sensación de libertad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Está buena esta reflexión y creo que es cierto. El dinero no es para quedárselo, es para darlo.
Besos.

the life is a rullete dijo...

muy buena... La verdad que en un mundo donde la avaricia domina, es bueno saber que también existe la caridad y la felicidad a base de otras cosas.